El Defraudador


El otro día defraudé a los encargados de hacer en una carretera de doble vía.

Pague sí, el peaje. Pero era el amanecer y en eso surgió el sol. La madre naturaleza -la hermana, la amiga, la amante naturaleza-, recién salida del baño, estaba aún cubierta con el rocío de la madrugada y la vi engalanarse con una joyería rutilante que brillaba como un aparador de Cartier.

Y luego, al borde de la carretara, esa orla de hierba verde con espigas de un suave color indescriptible, palo de rosa o qué sé yo, que haría que todos sus pinceles de todos los pintores se morajan con lágrimas de rabia por no poder ser copiado.

Pagué religiosamente, ya lo dije, el peaje. Pero no pagué el paisaje y sus prodigios.

Si hay alguno que sepa cómo se paga eso, que lo diga.

No quiero ser defraudador... - Saltillo, Coahuila.


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